el sentido de la creatividad atraviesa la práctica educativa

Maria Branda

A partir de uno de los ejes que le propusimos: ¿Cuál es el sentido (o los sentidos) de enseñar y aprender arte?, la profesora María Branda nos envío un escrito que articula procesos formativos, arte, juego y creatividad.

Entendemos que el niño o el joven,  cuando dibuja, baila o canta, no solo disfruta y se divierte, sino que a la vez conceptualiza, conoce, produce, crece, socializa, aprende. La creatividad y el juego en el arte y en la vida son formas de conocer, de conceptualizar y socializar.

El sentido de enseñar y aprender arte tiene que ver con el análisis que se realiza sobre el valor formativo del arte en la educación y con la concepción pedagógica y artística que orienta el aprendizaje. El concepto de creatividad incide en la enseñanza en sus distintos niveles, lo que significa considerarla sólo como un complemento o como un potencial humano a desarrollar.

En el campo de la educación en general y en particular de la enseñanza artística, la importancia de la creatividad y el juego, entendidos como formas de crecimiento y aprendizaje, plantean el problema de la construcción del conocimiento en los procesos de trabajo.

Mucho se ha teorizado sobre el valor de la creatividad en la educación a partir del juego y las actividades artísticas, pero en el recorrido cotidiano del aula es casi una utopía, ya que ocupa un lugar secundario, tanto en la escuela como en la familia. En la educación artística la creatividad es un eje articulador ya que el arte es un proceso creativo que se cristaliza en una obra. La creatividad tiene un espacio más amplio, es una manera de vivenciar y concebir el mundo.

El sentido de la creatividad, en el juego y la expresión artística en la vida y el crecimiento emocional de las personas, es el núcleo que atraviesa la práctica educativa. La creatividad es un potencial inherente al sujeto, que puede desarrollarse y enseñarse, justamente porque es parte del universo interior.

La actividad artística ha sido implementada como una forma de entretener o completar los contenidos de enseñanza, pero no como constitutiva del desarrollo individual y social. Entendemos  que el niño o el joven,  cuando dibuja, baila o canta, no solo disfruta y se divierte, sino que a la vez conceptualiza, conoce, produce, crece, socializa, aprende. La creatividad y el juego en el arte y en la vida, son formas de conocer, de conceptualizar y socializar.

Esta mirada conduce a un soporte educativo diferente al tradicional o los planteos de la tecnología educativa ya que reconsidera la teoría y la metodología del pensamiento pedagógico y por lo tanto de la didáctica. No se toman aquí las prácticas cuantitativas, las teorías de la recompensa o el reforzamiento positivo, por considerarlas  superadas. Estas tendencias han contribuido de alguna manera al campo de la educación, en lo que hace a planificación; pero respecto a creatividad, sus conclusiones no rebasan las ideas biologicistas.

Dice Milhaly Csikszentmihalyi, en su libro Creatividad; “el pensamiento convergente es medido por los test de CI, y entraña resolver problemas racionales bien definidos que tienen una sola respuesta correcta. El pensamiento divergente, lleva a una solución no convenida. Supone fluidez, o capacidad para generar una gran cantidad de ideas, y originalidad a la hora de escoger asociaciones inusitadas de ideas”. Estas son las dimensiones del pensamiento que miden la mayoría de los test de creatividad y proyectivos que en muchos casos los talleres y academias de arte intentan potenciar.

“El pensamiento divergente no es de gran utilidad, sin la capacidad de distinguir entre una idea buena y otra mala, y esta selección exige el pensamiento convergente” Posiblemente en un sistema capaz de conducir una educación creativa, una persona cuyo pensamiento sea fluido, flexible y original, tiene mayores probabilidades de ofrecer ideas novedosas. Sin embargo, siguen existiendo significativas dudas de que en los niveles más destacados del logro creativo, la generación de realizaciones novedosas, sea la cuestión principal. Muchos autores han reducido el concepto de creatividad al de novedad, innovación, estereotipo. Observamos hoy que la orientación pedagógica sobre la producción creativa tiene otra dimensión y otras prácticas, que han superado la novedad y la idea de inspiración.

Entendemos que educación tradicional fue lineal, un contenido se impartía desde un maestro a un alumno, desde un saber a un vacío; pero desde hace varias décadas, desde la Escuela Nueva, los modelos cambiaron y ubicaron la atención en el alumno, en el contenido y el maestro, para guiar ese paso y construir de esa manera nuevos saberes. En esta nueva lógica, el espacio de experimentación, divergencia, entrecruzamiento y diálogo libre, herramientas esenciales para el pensamiento creativo, no repetitivo, empezaron a ser parte de un nuevo contrato.

Los estudios de Piaget, orientaron la investigación sobre las distintas etapas de maduración infantil, demostrando cómo conoce el individuo y cuáles son las formas de construir el pensamiento. Sobre esa base es posible elaborar implementaciones, en cualquier especialidad. Repensar el proceso de conocer desde este lugar y aplicarlo a distintos niveles de aprendizaje. El análisis sobre creatividad, cobra sentido porque se demuestra experimentalmente, que es un componente constitutivo de la inteligencia, es un potencial humano que se puede incentivar y enseñar, partiendo de su carácter intrínseco. Piaget señala dos términos en la relación que conforma el hecho educación:

1.- El primero se refiere al individuo en crecimiento y sus etapas de maduración.

2.- El segundo a los valores sociales morales e intelectuales en los que el educador está encargado de iniciarlo.

Uno de los problemas que aquejó a la educación fue justamente no tomar en cuenta estos dos términos de la cuestión. Uno es la etapa de maduración del estudiante su momento etáreo para construir conocimientos y otro es la relación maestro-alumno en su interacción. La educación tradicional pone el acento en lo que el adulto transmite al joven, como simple transmisión de valores colectivos de generación a generación. Piaget fue crítico de esta caracterización que considera al niño un hombre pequeño e incompleto al que hay que instruir, modelar, informar, para identificarlo lo más rápidamente posible con el adulto. Esta idea además de no tomar en cuenta el proceso de conocimiento y el crecimiento biológico – cultural, encierra una desvalorización de la etapa de la infancia, considerándola un tiempo de preparación para la madurez más que un momento del desarrollo vital como la adolescencia o la edad adulta, con intereses propios.

Entonces, el sentido de la educación artística, el rol formativo del arte y la creatividad para la vida, constituyen un elemento decisivo para el  desarrollo individual y social. Es un potencial a desarrollar en las áreas artísticas y en el accionar educativo por ser una cualidad inherente al sujeto, abordada desde la dimensión del conocimiento y la experimentación.



                            
                    

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