se ha encendido una fogata

Rodrigo Etem

Rodrigo Etem: Algunas cosas hoy en día son más simples, no sé… querés colocar una membrana en un techo y que no se te incendie, lo ponés tal cual en Google: “cómo colocar una membrana sin prender fuego el techo” y vas a encontrar tutoriales, cursos gratis on-line, fabricantes de productos que enumeran una a una las precauciones y cuidados a tener. Sin embargo, hay otros temas que se ponen más peludos como, por ejemplo, escribir una nota que describa la cruda realidad que vivimos quienes transitamos el mundo de las artes visuales en Mendoza. Es por ello que, cuando revista boba me convocó para hacer esta nota, no dudé en invitar a una especialista como es Silvana Gutiérrez.

Winter is coming

Es sábado, verano, acaba de caer un rayo furioso en Mendoza. Leo el arranque de la nota de Barbarita Diamante en el Flasherito y amo su tono apocalíptico, tan acorde a la crisis institucional. Aquí en la capital de la paradoja se realiza el anhelo de su Secretario de Cultura: un museo a cielo abierto. Llueve.

No es el primer deseo confuso de este funcionario, también los tiene en escala: prefiere mostrarse como un gestor accesible y simplificador que resuelve las cosas en un momento, mientras ocupa un cargo público de alta jerarquía –que requiere planificación y análisis– en el marco de una política de ajuste que todos conocemos. De este modo, su estrategia en recursos para artes visuales es a muy corto plazo, pero la capacidad de intervención y decisión de su cargo es enorme.

Durante 2016 nos reunimos en varias oportunidades con él. En su relato, los artistas contemporáneos y sus reclamos son calificados de “plutócratas” –término que nos dirigió uno de sus colaboradores en una reunión con ambos–, es decir, “intelectuales de una elite adinerada”. Desde esta percepción deriva su: “hace falta llevar el arte a la calle” y asumir un espíritu “extramuros”. Con ellos minimiza el trabajo al interior de las instituciones de arte y su especificidad y –por el contrario– designa en la dirección de un espacio contemporáneo a una gestora cultural que, sin ningún conocimiento en el área ni respaldo de la comunidad, debe responder estrictamente a sus directivas.

Este es el esquema básico del caso que ha trascendido las fronteras locales a través de un incendio “apocalíptico”. No es el primero ni el único. La gestión anterior no tuvo que lamentar accidentes de tal magnitud, pero los daños ocasionados en aquel tiempo como ahora son igualmente significativos. Por ello no me extraña que los artistas contemporáneos locales vivan en un permanente fenómeno “Agustina Quiles”.

Paralelamente, las acciones de los artistas frente a estas situaciones han sido múltiples, desde la organización –con diferentes formatos– hasta las iniciativas independientes. El proceso de constitución de la escena contemporánea mendocina actual ha estado directamente vinculado a este debate, donde se han abierto instancias de crítica, reflexión, pensamiento y construcción colectiva.

Un apartado especial –a mitad de ese proceso– lo plantea el surgimiento de Artistas Mendocinos Organizados (AMO) en el año 2012, en franca diferencia con la gestión anterior. Esta agrupación de artistas realizó importantes relevamientos, informes, análisis de espacios y museos de arte mendocinos y encuestas de la situación laboral de los artistas. Programó actividades, residencias, un foro y tuvo una virulenta, polémica y agobiadora presencia en Facebook. Aquí un registro más detallado. Ese primer formato se diluyó por las diferencias entre colectivos, pero igualmente instaló problemáticas y pervivió en otras iniciativas a pesar de los infructuosos esfuerzos por influir sobre las políticas estatales en artes visuales.

Esa pervivencia estableció condiciones mínimas para un horizonte de ideas, búsquedas y reflexiones que hoy forman parte de una red “autorregulada”, independiente y bastante orgánica constituida por proyectos autónomos: Montaña, Imagen Accesible e Imagen Galería, Casa Colmena, Proyecto Penrose, Tetra, La Permanente, El Ojito, acciones al interior de la última gestión del Museo Municipal de Arte Moderno Mendoza, visualobjeto.a, La Araña Galponera y artistas “solistas”, entre los más activos.

Pienso que, para entender la vocación mendocina por las políticas públicas, el proceso de constitución de su discurso y su inscripción en el arte contemporáneo, hay que considerar los antecedentes de la década de 2000. Al inicio de este período la Facultad de Artes de la UNCuyo convocó para su Maestría y Coloquios a teóricos nacionales e internacionales como Ticio Escobar, Kevin Power, Nelly Richard, Elsa Flores Ballesteros, Justo Pastor Mellado, Gerardo Mosquera, Laura Malosetti Costa, Ana Longoni, entre otros. Este núcleo académico debatió y constituyó un espacio de revisión y análisis teórico de las prácticas locales contemporáneas y propuso pensar –paralela y críticamente– las políticas públicas en artes visuales.

A nivel nacional, comenzaba a circular la noción –parcialmente cuestionada– del artista como profesional, al tiempo que las difundidas operaciones de puesta en valor indicaban el latente espíritu historiográfico –con todo lo que ello implica– que anidaba en las instituciones museo nacionales.

Aquí en Mendoza –más próxima en ese momento al vecino país de Chile– se discutía con intensidad el paradigma crítico enunciado por Justo Pastor Mellado del curador “como productor de infraestructura […] para acelerar y garantizar la inscripción transversal del conocimiento generado” por la producción contemporánea. Al mismo tiempo, gestiones colectivas independientes comenzaron a desarrollarse, basadas en redes de intercambio con otras escenas de país como eje de la producción. Debatían en torno a la legitimación y el mercado en tanto ideal del artista que vive de su trabajo, considerando que la condición primaria para ello era la existencia de una escena activa, que requería la “acción concertada de tres agentes por lo menos: universidad, políticas de cultura y prensa local o iniciativas editoriales”.

Algo en el trayecto falló.

El principal agente de aquel momento, la facultad de arte, se replegó y en los organismos estatales de arte se continuó respetando el esquema general: un programa político en cultura –operador del consenso y la opinión pública– superpuesto de forma aplastante al programa de la escena local.

Todo indica que este retroceso es signo de aquella declinación, asumiendo la forma de un “conflicto de fuerzas”: los artistas con una vida muy activa en las iniciativas independientes –a pesar de las restricciones e impuestos– desarrollando sistemáticamente proyectos que fortalezcan esta noción de escena, haciendo frente a la incomparable capacidad del Estado –en escala, naturaleza jurídica, fondos disponibles, recursos humanos que podría convocar– que, en su lugar de privilegio, ejecuta acciones de menor alcance, pertinencia e impacto, con resultados claramente contraproducentes.

La inscripción “del conocimiento generado” en proyectos institucionales falló y por lo tanto la discusión y reflexión se restringió.

Entonces, estamos en una isla.

Se ha encendido una fogata enorme en su cordillera. Hay quienes leen en ella un signo de queja, pero esta vez parece ser de odio.

Nieva.

Silvana Inés Gutiérrez Brengio: Profesora de Artes Visuales. Actualmente coordina PENROSE, un proyecto de análisis y estudio de campo y teoría de arte contemporáneo, mediante seguimiento curatorial, registro y entrevistas, con sede en Mendoza, Argentina. https://www.facebook.com/penrose.artecontemporane0/#


                            
                    

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