apuntes sobre la escena artística de La Carlota

Noche del arte

Desde 2015 Andrea Navarro, Bernardo Stinco y Sofía Watson, a quienes se sumó en abril último María Emilia Romero, trabajan pensando y haciendo La Noche del Arte, un evento artístico interdisciplinario que tiene como objetivo central visibilizar a los artistas locales y generar cruces con artistas de otras regiones. En esta nota nos cuentan sus impresiones y reflexiones sobre la posibilidad de una escena artística local.

Bernardo

La Carlota es una pequeña ciudad de unos 14 mil habitantes del sudeste de Córdoba. Sí, Córdoba, pero no como la Córdoba que te estás imaginando; acá no hay montañas ni ríos cristalinos, esto es la pampa húmeda y cada vez está más húmeda. Aunque también hay un río y está buenísimo, pero es marrón. Si te lo querés imaginar, visualizá mentalmente un cachorrito del Paraná.   

En La Carlota no hay universidades, solo algún terciario y ahora también podés estudiar a distancia. Es una ciudad chica, conservadora, por momentos una especie de chacra asfaltada. Como toda pequeña metrópoli no se caracteriza por grandes avances pero tampoco tiene esa afectación berreta que pulula en las grandes urbes. La Carlota te deja sacarle jugo al tiempo y ver desde afuera esos pequeños apartheid estéticos que producen los guetos culturales de las ciudades de mayor densidad demográfica.    

Nosotros nacimos acá en los lejanos 80s, fuimos a la escuela acá y después, como dice la canción de Moris, crecimos y nos fuimos del barrio. Yiramos varios años por otros lugares pero un día decidimos volver.

Yo particularmente hago canciones y hace un tiempo descifré el misterio: ¿por qué este entorno a mitad de camino entre la ruralidad y la ciudad me empuja a componer desaforadamente? Lo que pasa es que acá, las canciones, me suenan como si siempre hubieran existido.

María Emilia

Describir la escena artística local no es tan simple.

Habitualmente todos trabajan por separado: los músicos, los escritores, los artistas plásticos, los talleres de arte independientes, varias academias de danzas, el CEPEA (Centro de Educación por El Arte), el coro y la Banda Municipal, esta última muy valorada.

Desde la Municipalidad, hace unos años se creó el espacio de la Memoria, emplazaron una escultura elegida por concurso, cerrado. En enero organiza “Las Noches Fortineras”, un evento con músicos locales y de otras ciudades –siempre incluye un espectáculo de algún cantante o banda famosa– que no es gratuito. También trae otros espectáculos en la misma sintonía.  

En 2015 apareció La Noche del Arte, organizada por artistas independientes, dando visibilidad a varias acciones de las que prácticamente no nos enterábamos. Además de los artistas locales, invitaron a importantes artistas plásticos de otras ciudades, impensados en este contexto. No solo se expusieron sus obras sino que vinieron, dieron charlas y talleres, y que yo recuerde algo así no había ocurrido antes.

En La Noche del Arte conocemos y nos reencontramos con algunos artistas que se han ido de la ciudad. El espacio público se vuelve escenario. Se produce una atmósfera mágica en la que ocurren encuentros. De repente uno se pregunta dónde está y aunque es increíble, sí…está en La Carlota.

Andrea

Soy una artista de pueblo. Y como todo artista de pueblo viajo para explorar, experimentar, conocer otros artistas, formarme, comprar materiales y sobre todo entender qué hago con esto que hago. Los artistas necesitamos hacernos espacio para crear lidiando con las posibilidades económicas, materiales, físicas y espirituales. Aquí no hay mercado ni espacios expositivos específicos. Hay que moverse para ver, para comprar, para vender y entrar en un circuito interminable de concursos, convocatorias, clínicas y con viento a favor continuar por curadores, gestores, galeristas y muestras.

La mayoría de los carlotenses somos hijos, nietos o bisnietos de inmigrantes, con un pensamiento más abocado a la cultura del trabajo y la economía que del arte, por lo que el valor del objeto artístico queda obsoleto si no es para algo útil. Se da poco espacio al ambiente artístico y cultural. Los espectáculos de mayor concurrencia se resumen a parques y circos. Las propuestas diferentes llevan escasos asistentes. Pocos consumen arte y gustan de contemplar. No hay tiempo, no hay ganas, tal vez por la costumbre de pasar todos los días por aquel monumento del boulevard.

Hasta los 30 años fui autodidacta, así que demoré bastante en encontrar a mis pares artistas. La escuela donde estudié se encargó de presentarme algunos y otros nos fuimos redescubriendo en los pagos, que es lo que nos pasó con los chicos de La Noche del Arte. Decidimos darle un empujón a la escena de forma independiente. Hace tres años que trabajamos juntos para eso. Intentamos trabajar de manera horizontal y pensamos el arte como una herramienta transformadora y de búsqueda. Nos interesa romper con lo elitista y el “no entiendo de eso”. Educar para el arte, para incluirlo en nuestra vida como ha sido siempre a lo largo de la historia. Sin temor a lo que aprieta o incomoda.

Sofía

Hay días que estoy optimista y siento que está todo por florecer o floreciendo, fértil y abundante. Esos días pienso que sí: la cultura es un derecho y alguien tiene que moverse para garantizarlo, para despertar esa conciencia y agitar al Estado local. Miro en perspectiva el trabajo de hormiga que decidimos hacer con La Noche del Arte y dimensiono todas las satisfacciones, toda la intensidad del proyecto, todo su alcance y todo lo que falta.

Pero hay otros días que todo me parece una porquería. Y digo ¿escena artística? No existe. Somos algunos poquísimos artistas trabajando separadamente, intentando salir de este pueblo-agujero y mostrar lo que hacemos en otros lugares que nos legitimen o donde por lo menos se valore nuestro trabajo. Esos días creo que lo que hago no tiene sentido acá, geográfica e idiosincráticamente, y me pesa eso de estar generando constantemente espacios de circulación, de visibilización, generar vínculos, traer artistas, pensar charlas. Le echo la culpa a que estamos lejos, a que es una sociedad cerrada, a que alrededor todo es pampa chata, a que no hay presupuesto, a que la Secretaría de cultura escucha poco y propone menos, a que no hay ningún espacio de exposición municipal, ni escuela de artes, ni una buena librería, ni cine, ni interés.

Después se me pasa y vuelvo a la carga.

La pregunta ¿cómo generar una escena artística local? se me mezcla con ¿cómo acercar un posible público al arte que se produce acá? Y ese posible público ¿tendrá ganas de acercarse? ¿No se acerca porque no conoce o porque no quiere? ¿Cómo se miden estas cuestiones si no es desde la fe, desde un profundo convencimiento de que el arte te cambia siempre, por poquito que te cambie, y que ese cambio o movimiento de cosas es mejor a nada?

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