estos 9 años sin Julio López

Chempes

El 4 de diciembre de 2015 finalizó la muestra de Hugo Vidal en el ciclo “Arte en el Germani”. El cierre se dio con un debate abierto donde participaron Magdalena Pérez Balbi, Ana Longoni, Lucas Rubinich y Hugo Vidal. Escribí este texto un rato antes de ir, pensando en los calendarios expuestos. Calendarios que cuentan los días a partir de la desaparición de Jorge Julio López el 18 de septiembre de 2006.

El calendario de la revolución francesa existió doce años y brevemente durante la Comuna de París; el calendario revolucionario soviético duró once años. El primero disponía un asueto por cada diez días, el segundo uno cada cinco. A ambos lo sobrevive el calendario gregoriano que estipula un asueto cada siete. El calendario gregoriano instituido en 1582 tuvo como fin asegurar la regularidad astronómica de las fiestas católicas, el francés de 1792 borrarlas, mientras que el soviético de 1929 hacía foco en la productividad del trabajo. Ningún calendario es algo que podamos dar por sentado. No son simples ajustes matemáticos entre la rotación y traslación de la tierra. Organizan materialmente la sociedad, regulan colectivamente las fiestas, descansos y trabajos. Pero sobre todo instauran el punto cero, el punto ciego, que da legitimidad a esta readecuación. Un acontecimiento, un hito fundador desde el que empezamos a contar días, meses y años.

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Por lejos los calendarios Persa o Maya son más exactos.

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La muestra de Hugo Vidal es una serie de calendarios con los números vacíos. Su punto cero, desde donde empieza a contar, es un acontecimiento del que paradójicamente se sabe mucho. Es la segunda desaparición de Jorge Julio López, el 18 de septiembre de 2006 en La Plata, luego de dar testimonio contra Etchecolatz quien fue el primer condenado por genocidio en Argentina. A ese acontecimiento le siguió un aterrador silencio y ocultamiento de pistas por parte del Estado encabezado en ese momento, por el Frente Para la Victoria (FpV) . El silencio fue haciéndose cada vez más aterrador en la medida en que aumentaban las amenazas para quienes llevaban adelante los juicios. No se investigó. Es un secreto a voces que no se quiso tocar la caja de recaudación y el control social que significan las fuerzas represivas, a la hora de investigar los movimientos que Etchecolatz realizó en Marcos Paz.

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La desaparición de Jorge Julio López no sólo estableció su propia fecha en el calendario martirológioco de derechos humanos -24 de marzo, 26 de junio, 16 de septiembre, etc- sino que se transformó en una fecha imposible de asimilar por el calendario oficial del FpV. Es sencillo: no se puede ser aliado de las fuerzas represivas, instaurar el proyecto X de investigación a militantes, infiltrar medios populares como la Agencia de noticias Walsh, promulgar la Ley Antiterrorista y a la vez poner en cárcel a todos los responsables del último genocidio y encontrar a Julio López. Son cosas incompatibles, cada uno y cada una elige el calendario que quiere mirar.

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El año cero del entonces oficial calendario de los derechos humanos arranca con la bajada del cuadro de Videla el 24 marzo de 2004. Sin ninguna mención al proceso histórico a través del cual se fueron logrando pequeñas victorias sobre la democracia burguesa: el juicio a las juntas en 1985, el banco de datos genético en 1987, los Juicios por la Verdad en 1998 con declaraciones de más de 900 víctimas, por nombrar sólo algunos ítems. En su lugar, un contínuo reconvertir relatos, así un Scioli que en 2003 decía sobre la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final: “El Congreso no puede anular leyes. Es muy cuestionable la anulación. No va a tener efectos jurídicos”, aparecía en las últimas elecciones como foto a todo color en ese calendario. Uno sin fisuras, sin lugar a críticas, que siempre tiene un mal como excusa para otro mal.

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Algunos calendarios tienen el 2001 borrado.

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Decía Marcelo Saín desde el propio gobierno en relación a la desaparición de López “El objetivo del programa [de protección de testigos] era diseñar esto, y lo hemos hecho. Ahora hay que llevarlo a la práctica. Pero son temas que están fuera de agenda”. Decía Aníbal Fernández “¿Yo qué sé si no está tomando el té en la casa de su tía?”. Del resto de los estamentos silencio o cinismo: “Hoy afortunadamente nadie desaparece de ningún lado, estamos vivitos y coleando” decía en La Plata la entonces presidenta en 2013. Aún así los juicios a cuentagotas siguieron, el último en el que se llevaron pancartas por López fue el del circuito FT5 que abordó la represión de la marina y prefectura a todo el cinturón fabril local. Sólo ocho responsables fueron juzgados, dos de los cuales ya lo habían sido anteriormente.

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En los primeros dos años de la segunda desaparición de Julio López se realizaron 28 movilizaciones sólo en La Plata. Los primeros tres fueron años que desbordaron el calendario, que lo saturaron, que impusieron otro tiempo. Pintadas, cortes de calle, charlas, juegos para facebook, performances, todo el repertorio de la protesta social se movilizó y reinventó proporcionalmente al silencio imperante. Tal fue la energía social movilizada, y la falta de medios para incidir en un Estado re-legitimado, que a las y los teóricos no les quedó otra que decir que fue algo artístico, artivismo. La lucha por Julio se fue refugiando nuevamente en el calendario, en el acontecimiento cíclico que regresa cada dieciocho de septiembre y al que nos volvemos a revelar una vez al año. Aún así el calendario de Hugo Vidal viene a insistir en anotar todos los días y no sólo el dieciocho.

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Dos calendarios, dos formas de escribir nuestro tiempo, dos estrategias de poder.

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La Plata, diciembre de 2015

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